En la segunda mitad del siglo XVIII, durante el reinado del emperador Qianlong, de la dinastía Qing, se difundía en China una novela inacabada de ochenta capítulos con el título de Memorias de una roca. La obra, que se vendía en forma de copias manuscritas en ferias y mercados -a veces a precios muy altos-, narraba los desvelos amorosos de dos excéntricos personajes, Jia Baoyu y Lin Daiyu, sobre el telón de fondo del declive de una familia de aristócratas, los Jia, moradores de las mansiones Ning y Rong. El autor de la obra, Cao Xueqin, hijo él mismo de una familia rica caída en desgracia, había muerto en la miseria en torno a 1763 a la edad aproximada de 40 años. La novela se imprimió por primera vez en 1791 con el nuevo título de Sueño en el Pabellón Rojo (Hongloumeng) y un total de 120 capítulos, después de que Cheng Weiyuan y Gao E declarasen haber encontrado en manos de un trapero 40 nuevos capítulos correspondientes a la conclusión. Para entonces, 30 años después de la muerte de su autor, Sueño en el Pabellón Rojo ya gozaba de una popularidad enorme, y las peripecias de sus protagonistas habían corrido como la pólvora entre aristócratas, funcionarios y gente común.
En la historia de la literatura china, Sueño en el Pabellón Rojo es considerada la cumbre de la literatura de la dinastía Qing, y una de las cimas más altas de la novela clásica. Su importancia en la cultura china es tan grande que incluso ha llegado a desarrollarse una disciplina, hongxue («rosología»), dedicada al análisis exhaustivo de la obra, y son famosísimas las versiones para radio, cine y televisión. Colmada de información sobre la vida cotidiana de la nobleza, sobre los símbolos culturales que la informaban y, sobre el misterioso día a día en los aposentos interiores de palacio y mansiones, -reservados exclusivamente a las mujeres-, la obra ha sido llamada «enciclopedia de las postrimerías de la sociedad feudal» por la cantidad de datos que contiene: hábitos cotidianos, costumbres sexuales, secretos de todo tipo, confabulaciones domésticas de mayor o menor entidad, libros «buenos» que se exponen con orgullo y otros «malos» que se ocultan sobre los baldaquines de las camas, maldades tremendas y bondades inauditas, maneras de ocupar el ocio, supersticiones, adagios para ilustrar el buen camino, medicinas, comidas y bebidas, telas y vestidos de todas las clases, música, pintura y poesía, crítica literaria, objetos decorativos, ritos… el inventario de temas en Sueño en el Pabellón Rojo es interminable, hasta el punto de que la expresión «Es inútil leer todos los libros clásicos si no se sabe disertar sobre Hongloumeng» se ha convertido en un lugar común desde hace más de 200 años. A través de las descripciones del clan de los Jia y de sus poderosos parientes, así como de las múltiples intrigas entrelazadas en su seno, la obra resulta la pintura pormenorizada de una sociedad eminentemente ritual; de una nobleza decadente, de sus contradicciones y de los valores neoconfucianos imperantes -para nosotros de cierto sabor estoico- que en la novela son constantemente puestos en tela de juicio con gran escándalo de la mayoría de los personajes, firmemente sujetos a la ideología oficial del Estado.
Prohibida durante mucho tiempo -aunque nunca dejó de circular clandestinamente-, esta novela conoció un notable resurgimiento en el siglo XX amparada por la admiración que por ella sentía Mao Zedong, quien la consideraba sin rodeos uno de los orgullos de China, junto a la extensión de su territorio, la riqueza de sus recursos, su enorme población y la antigüedad de su historia. Por su parte, el novelista Lu Xun había afirmado años antes: «… Es un ejemplar raro entre las novelas chinas. Su rasgo característico reside en la audacia con que se relatan las cosas, estrictamente de acuerdo con los hechos, sin tapujos. Sus personajes están retratados como corresponde a su realidad y son completamente diferentes de los de las novelas anteriores […] En una palabra, con la aparición de Sueño en el Pabellón Rojo se rompen el pensamiento y la manera de escribir convencionales. Lo delicado y lo sentimental de esta obra es de importancia secundaria». En eso estaba de acuerdo con la opinión del reverendo Vanidad de Vanidades, en el capítulo I, quien al encontrar la obra percibió que «… aunque el tema principal era el amor, se trataba sencillamente de una crónica de acontecimientos reales». Sin embargo, como veremos más adelante, es precisamente el hecho de que el amor sea el tema principal lo que convierte esta novela en una de las grandes obras maestras del realismo y de la crítica social.
En definitiva, para la literatura china hay un antes y un después marcado por la aparición de la obra de Cao Xueqin, que, «con palabras falsas y en lengua vulgar», describe los innumerables y complejos fenómenos de la vida social, desde los estratos nobles hasta los ambientes de la gente común, configurando un retrato de la realidad de aquella época, y utilizando para ello todos los registros del lenguaje, desde los más elevados hasta los más vulgares.
Sueño en el Pabellón Rojo se compuso aproximadamente en la primera mitad del siglo XVIII, durante el reinado de Qianlong (1735-1796), de la dinastía Qing (1644-1911). El autor, Cao Xueqin, vivió en la fase de bonanza que en la novela se define como un «reinado próspero y duradero en el que el mundo está en paz», a partir de que los manchües conquistasen las planicies centrales Han al sur de la Gran Muralla e hicieran de Pekín la capacidad de su imperio. Durante este período de cien años en el que reinaron cuatro emperadores (Shunzhi, Kangxi, Yongzheng y Qianlong) se logró la reunificación del Estado y se rechazaron las agresiones de la Rusia zarista. El emperador Kangxi (1661-1722) suspendió la ocupación de las tierras por parte de los aristócratas manchúes, redujo los impuestos, fomentó la roturación de eriales, impulsó la construcción de obras hidráulicas y abolió la prohibición del intercambio comercial marítimo. La economía urbana, con el comercio y la artesanía como centro, experimentó un desarrollo considerable. En particular, las ciudades de Suzhou y Yangzhou -en las que los antepasados de Cao Xueqin se habían encargado, por delegación del emperador, de administrar la fabricación de tejidos de seda, prosperaron notablemente, y el intercambio comercial entre China y varios países capitalistas occidentales creció de forma constante.
Más tarde, los reinados de Yongzheng (1722-1735) y Qianlong (1735-1796) constituyeron una era de prosperidad sin precedentes, aunque en el país persistiera el estado de cosas descrito en la obra: «… las cosechas se habían malogrado a causa de las inundaciones y la sequía, los bandidos bullían por la región apoderándose de los arrozales sin dar respiro a la población, y las expediciones punitivas de las tropas del gobierno no hacían sino empeorar las cosas…». No obstante, incluso Kangxi y Qianlong -monarcas que han pasado a la historia de China como dotados de gran talento y amplia visión-, adoptaron y aplicaron por la fuerza políticas conservadoras en todos los terrenos. A pesar de lograr un cierto grado de desarrollo productivo, la idea motriz de dichas políticas siguió siendo la consolidación de la pequeña economía campesina, la limitación del desarrollo de la producción mercantil, y el aislamiento del resto del mundo, todo lo cual indujo a la imposición del neoconfucinamismo como idelogía del Estado, ideología que venía expandiéndose ya desde la dinastía Ming (1368-1644). Se trataba de doctirnas que «actualizaban» el confucianismo, que había sido el credo oficial en China hasta el siglo VII, integrándole pensamientos y creencias budistas. El neoconfucianismo estaba destinado a perpetuarse hasta principios del siglo XX, mediante la práctica del rígido sistema de exámenes imperiales continuamente criticado por Baoyu en la novela.
La filosofía neoconfuciana, que duraba ya cientos de años, tuvo enfrente una corriente contraria que ejerció gran influencia en el arte y la literatura. Dai Zhen, contemporáneo de Cao Xueqin, desafío el pode´ria de la ideología domiante poniendo de manifiesto que el neoconfucianismo destruía a los seres humanos con su control absoluto sobre la vida de la gente, y subrayando que la filosofía debía basarse en los deseos, parte integrante de la experiencia humana, lo que en la práctica suponía, entre otras cosas, convertir el amor libremente elegido -negado por el neoconfuciansimo-, en una de las trincheras dentro de ese campo de batalla ideológico. Esto tuvo en esa época una materialización inmediata en la literatura, con el precedente de El Pabellón de las Peonías, de Tang Xianzu (1550-1616), dramaturgo de la dinastía Ming, que tiene el amor como tema central.
La obra de Tan Xianzu es continuamente citada en la novela de Cao Xueqin junto a una anterior, Historia del ala oeste, de Wang Shifu (s. XIII). Las reacciones a la lectura de estas dos obras, a caballo entre lo erótico y lo subversivo, son el origen de varias de las escenas más conocidas de Sueño en el Pabellón Rojo. Durante la dinastía Qing, incluso en el libro Extraños cuentos de Liaozhai, escrito por Pu Songling (1640-1715) en su vejez, se dedica gran espacio a reflejar la injustica del sistema de matrimonio acordado por intereses familiares, y a retratar los amores apasionados de jóvenes que se han sacudido el yugo de la moral imperante. Como ellos, Sueño en el Pabellón Rojo se opone a las normas de la moral al conceder libertad sentimental a los protagonistas que, a cambio, viven bajo una terrible tensión entre sus propios impulsos y la asfixiante atmósfera neoconfucionana que lo predetermina todo.
Es comprensible, pues, que el amor como tema central mezclado con la descripción de la decadencia de la familia Jia -ejemplo de familia noble y rica a la sombra del emperador, como la del propio autor-, diera como resultado un texto letal, absolutamente diferente a todo lo visto y leído anteriormente. «Abriendo de par en par las puertas del corazón», lo que hizo Cao Xueqin fue levantar los cerrojos de los lujosos portones de las mansiones aristocráticas y reducir la altura de sus muros, de modo que todo el mundo pudo asomarse a los espacios hasta entonces misteriosos e inaccesibles de la clase dominante, y a los acontecimientos que en ellos tenían lugar.
Extraído de Sueño en el Pabellón Rojo. Introducción.
Edición revisada por Alicia Relinque en colaboración con la Universidad de Granada
Traducción de Zhao Zhenjiang y José Antonio García Sánchez
Galaxia Gutenberg. Barcelona, 2010
REPORTAJE
El ‘Quijote’ chino
JOSÉ MARÍA GUELBENZU 06/11/2010
Cao Xueqin construye una narración extraordinaria en Sueño en el Pabellón Rojo. Una historia de amor trágica y a la vez un fresco de la dinastía Qing en el siglo XVIII
Al fin se traduce al idioma español una obra extraordinaria: Sueño en el Pabellón Rojo, de tanta importancia en la literatura china como el Genji Monogatari en la japonesa o el mismo Quijote en la literatura occidental. Es una extensísima narración que consta de 120 capítulos escrita bajo la dinastía Qing. Su autor, Cao Xueqin, pertenecía a una familia noble y culta cuya decadencia lo condujo a la miseria convirtiéndole en una suerte de marginado que vivía en los suburbios de las colinas occidentales de Pekín; un hombre, sin embargo, orgulloso e independiente. El libro se tituló en principio Memorias de una roca, apareció en 1765 y obtuvo amplia resonancia; constaba de 80 capítulos y posteriormente se le añadieron otros 40, al parecer encontrados bastantes años después y que, en realidad, son una continuación por otra mano, pero así es como se llegó a conocer y difundir bajo el título de Sueño del Pabellón Rojo, con el que ha pasado a la Historia, desde 1792.
El padre de la literatura moderna china, Lu Xun, menciona unos versos que escribió un lector al margen del texto: «Relato de penas, / fantástico, triste; / nuestra vida no es sino un sueño, / reíd ante la demencia de los mortales». Es un resumen excelente del contenido de un libro tan complejo y rico. Cuenta la vida de la familia Jia perteneciente a la aristocracia, que vive a la sombra del emperador. Se nos muestra la vida cotidiana de los señores, atendidos por cantidad de sirvientes, todos ellos encerrados en la mansión que los mantiene aislados de las penurias del mundo exterior. Contiene innumerables historias trenzadas que se muestran como un complejo bordado y el entramado de emociones, sentimientos, pensamientos y actitudes se manifiesta de una riqueza y complejidad universales.
La otra dimensión del relato es la historia de los amores de joven Baoyu y su prima Daiyu. Ambos aspectos, el de vida social y el amoroso, se anudan en un mismo conflicto: el enfrentamiento entre el asfixiante y tradicional mundo feudal, de un absoluto rigor en el dictado de las conductas y los anhelos de libertad sentimental e intelectual representados, cada uno a su modo, por los jóvenes amantes. Por vez primera el lector tuvo acceso a la vida en el interior de las mansiones narrada por Cao Xueqin con extrema veracidad, lo que convierte este libro en un punto de inflexión trascendental en el desarrollo de la literatura china pues, como señala el prologuista, es, por vez primera, una narración realista, que rompe con la narración tradicional, pero perfectamente conjugada, debo precisar, con la riquísima dimensión simbólica del imaginario chino.
La narración progresa por episodios que constituyen unidades dobles a las que se accede como un paseante por un jardín que fuera entreteniéndose en contemplarlo macizo por macizo y descubriera así, poco a poco, las relaciones entre la disposición de cada planta y el diseño global del jardín; todo ello, sumido en la especial atmósfera general del recinto. La multiplicidad de acontecimientos es extraordinaria y los mil y un matices de la trama van mostrando la sensibilidad, alegrías y aflicciones de todas esas vidas cruzadas y ceñidas a un férreo sistema de vida. Lo primero que le sorprenderá es el minucioso detallismo con que se describe todo. El mundo creado es muy rico (hay más de cuatrocientos personajes y todos están, en mayor o menor medida singularizados). Escenas como la de la descripción del desarrollo del funeral de Qin Keging se alternan con expresiones bellísimas, como la de Xifeng ante el ataúd: «Las lágrimas brotaron de sus ojos como perlas de una sarta rota». Es un mundo cerrado, dedicado a los placeres, servido por doncellas tratadas como esclavas y sostenido por el trabajo de los campesinos, de los que apenas hay noticia. La vida de la aristocracia parece estar fuera del mundo real, en una especie de limbo donde el menor detalle puede convertirse en asunto de importancia.
Paso a paso, episodio por episodio, los caracteres van ganando afinamiento y resultan cada vez más interesantes sus relaciones. El lector, que ha de ser todo lo paciente que la admirable estética del texto le requiera, se encontrará con la dificultad añadida de manejarse con muchos nombres muy semejantes entre sí que, en el reducido espacio de las dos mansiones, están siempre cruzándose y yendo de un lado para otro, pero el encuentro con escenas tan memorables como la construcción del jardín ante la visita de la concubina real y su posterior recorrido o el largo y desgarrador final de los amores entre Baoyu y Daiyu, quedando anonadado ante el prodigio narrativo que encierran. En su obra, Cao apunta con claridad a mostrar la decadencia de ese mundo, lo que sin duda procede de su propia experiencia, una decadencia contemplada desde su miseria con implacable lucidez, nostalgia y sensibilidad. Esto, en cuanto a los 80 primeros capítulos, porque en los 40 añadidos la acción se precipita, los desastres se multiplican, en cierto modo parece cumplirse aceleradamente la intención de Cao, pero al final, el continuador hace que las aguas vuelvan a su cauce, lo que no se compadece bien con la intención crítica de Cao Xueqin. Sin embargo, su escritura no desmerece un punto.
La sirvienta Xiren, a medio camino entre la vida real y la de la mansión, la insidiosa Xifeng, la tradición intocable encarnada por la figura de la Anciana Dama, el contraste entre la personalidad rebelde de Daiyu y la acomodaticia de Baochi, la dimensión humana y espiritual de Baoyu, son construcciones de personajes inolvidables.
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